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- Edición Nº1940

Sociales | 6 may 2021

Se fue un maestro: a sus 86 años, falleció Carlos Timoteo Griguol


Respetado por todo el ambiente del fútbol, el entrenador dejó una huella imborrable en el pueblo tripero y lideró un memorable proyecto futbolístico en Ferro.

Por Ezequiel Ian Pérez.

El ex entrenador e ídolo de Gimnasia y Esgrima La Plata, Carlos Timoteo Griguol, murió este jueves en el Sanatorio Los Arcos, de la Ciudad de Buenos Aires. Tras cursar varias semanas de internación en un estado crítico, donde llegó a presentar signos de recuperación, la noticia fue confirmada esta mañana por su entorno.

“Se nos fué Timo. Gracias por todo Viejito, imposible no tenerte presente minuto a minuto. Te voy a extrañar. QEPD”, escribió en su cuenta personal de Twitter su cuñado, Víctor Marchesini.

Recordemos que, días atrás, había trascendido la noticia de su deceso en medios de comunicación, que fue negada por la familia.

Griguol había ingresado internado por dificultades respiratorias causadas por un cuadro de neumonía, luego agravado tras contraer Covid-19, a pesar de que había sido vacunado en febrero en la sede del club Ferrocarril Oeste de Caballito.

Un 'maestro' del fútbol

En su trayectoria como Director Técnico en el fútbol argentino, supo cosechar respeto y admiración de rivales y dirigidos. Además de sus memorables campañas en Rosario Central, Ferro y Gimnasia, también dirigió a River Plate, Atlanta, Betis, y Unión.

Su ‘doctrina’ de trabajo, hoy reivindicada en el tripero por uno de sus ex dirigidos, Mariano Messera, fue tan distinguida por su competitividad deportiva como por los valores y formación inculcados en el plano personal.

Primero en llegar a los entrenamientos y último en irse, Timoteo no se circunscribía exclusivamente al ámbito futbolístico: “El que no estudia, no juega”, recordaban años después muchos de los entonces jóvenes jugadores del tripero.

Insistía en que no desplacen sus estudios secundarios por la carrera deportiva y, en lo posible, iniciaran algún estudio superior, pensando en la etapa posterior a su carrera.

También fue recordado por su vocación cuasi docente para con sus dirigidos en lo que refiere a sus primeros pasos como profesionales. Recordaba el “Beto” Márcico años después que, en su primera temporada en Ferro, le aconsejó comprarse una propiedad, a diferencia de la habitual adquisición inicial de los jóvenes futbolistas: un automóvil.

Y esta faceta fue una constante a lo largo de su carrera, en los diferentes clubes.

Memorable encuentro entre Griguol y Bilardo en el marco del clásico N°135 de La Plata.

Una carrera memorable

A nivel futbolístico, logró introducirse en el selecto grupo de entrenadores que supieron sacarle “jugo a las piedras”.

A base de una férrea disciplina táctica y priorizando el cero en el arco propio, alcanzó campañas de alto vuelo en Rosario Central, donde, luego de iniciar como DT interino, se hizo cargo del primer equipo logrando el campeonato nacional de 1973, con un equipo al que los fundamentalistas del ‘fútbol champagne’ llamaron “los picapiedras”.

En 1975, llevó a la escuadra rosarina a la semifinal de la libertadores. El estilo podía no resultar un espectáculo estético, pero de algo se estaban perdiendo sus críticos.

En Ferro, nuevamente se puso al hombro un notable proceso deportivo y logró campeonar en el nacional de 1982 y el de 1984.

“Al empezar este año me reuní con todos los jugadores y les dije que Ferro tenía que ser campeón en todo: en partidos ganados, en goleadores, en defensa menos vencida y por supuesto en título... y ahora que llegó el final siento que no me defraudaron. ¿Nuestras razones? Orden, respeto y disciplina”, expresaría Griguol al concluir la campaña exitosa.

Griguol junto a la estatua emplazada en su honor en la sede social de Ferrocarril Oeste.

En 1987, tuvo un breve paso por River Plate -donde logró la Copa Interamericana, superando al Alajuelense de Costa Rica- y luego retornó al club de Caballito.

En Gimnasia, que venía de obtener la Copa Centenario, también formó equipos memorables, haciendo gala de una generación de jóvenes prometedora -en parte por virtud individual, en parte por su capacidad potenciadora- que se complementaba con naturalidad y fluidez con algunos referentes experimentados.

A pesar de que no logró coronar con trofeos, enarboló un exitoso proyecto, donde culminó subcampeón en los torneos Clausura de 1995 y 1996, y en el Apertura de 1998 y estampó una marca imborrable en el club de nuestra ciudad.

Involucrándose en la vida institucional del tripero, incluso se llegó a verlo cortando el pasto de las canchas de Estancia Chica, previo a iniciar los entrenamientos. Aquí sí, la filosofía pragmática que signó sus primeros años fue acompañada por momentos de alto vuelo estético con el paso de los campeonatos.

Ese estadío puede ilustrarse con el memorable 6 a 0 propinado al Boca Juniors de Carlos Salvador Bilardo en la bombonera, en el día de su reinauguración tras las remodelaciones. Con un recordado Hattrick de Guillermo Barros Schelotto -que tras esa jornada pasaría a vestir la camiseta xeneize durante una década dorada-, y los goles del “Negro” Albornoz, el “Beto” Márcico y Mario Saccone, el lobo concluía un resultado histórico.

Resumen de TyC Sports del histórico encuentro.

Los triperos recordarían por años no sólo el gran nivel deportivo, sino también la época de “vacas gordas” que esto significó, con ventas directas de futbolistas a clubes de renombre europeo y la posibilidad de trazar proyectos sólidos con un buen respaldo económico. Realidad que, hasta el momento, le fue imposible reeditar.

En la recta final de su carrera como DT, dirigió al Real Betis de España desde 1999, retornó a nuestro país para entrenar a Unión de Santa Fe en 2002, y finalmente concluyó con un último ciclo en Gimnasia, iniciado en 2004.

Este jueves falleció el maestro y nació el mito, razón por la cual abundarán los reconocimientos en adelante. Pero los homenajes también se hicieron en vida: el moderno Campus de entrenamiento de Gimnasia, inaugurado en diciembre de 2015, lleva su nombre. Y desde 2016 la sede social de Ferro lleva una estatua suya.

Marcas imborrables de un auténtico maestro, que supo dejar su imborrable huella por donde caminó.

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