Por: Info360.net

La reciente construcción de un muro en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) ha generado controversia y cuestionamientos sobre las prioridades institucionales. La obra, que demandó una inversión de casi 470 millones de pesos, se ha justificado como una medida de seguridad para proteger el campus. Sin embargo, la decisión ha despertado críticas por su impacto en la accesibilidad y la vinculación con la comunidad.

Desde la administración universitaria argumentan que el muro busca prevenir hechos delictivos y garantizar un entorno más seguro para estudiantes y docentes. No obstante, sectores académicos y organizaciones sociales advierten que esta barrera refuerza una mirada segregacionista al separar a la universidad de los barrios populares vecinos. En un contexto de crisis en la educación pública, también se cuestiona la asignación de estos fondos, en lugar de destinarlos a mejoras en infraestructura o recursos académicos.

Desde una perspectiva urbana, el impacto simbólico del muro refuerza una narrativa de exclusión, asemejándose a las "comunidades cerradas" donde la seguridad prima sobre la apertura y la vinculación social. La contradicción con iniciativas anteriores, como el programa "Universidad Sin Muros", que apostaban por eliminar barreras y fomentar la inclusión, es evidente.

La construcción de esta barrera deja en evidencia una tensión entre seguridad e integración, y abre el debate sobre el rol de la universidad en la sociedad. ¿Debe la educación superior priorizar la protección a través de límites físicos o promover espacios abiertos y accesibles para todos?