El asesinato de Sara Millerey González, una mujer trans de 32 años, dejó al descubierto una de las formas más crueles de violencia que atraviesa América Latina. Ocurrió en Bello, Colombia, y fue registrado en imágenes que circularon con fuerza en redes sociales, generando indignación y dolor.
Sara fue atacada con una violencia extrema y abandonada en el río La García. A pesar de los esfuerzos por rescatarla y trasladarla al hospital, no sobrevivió. El crimen, lejos de ser un hecho aislado, forma parte de un contexto alarmante: solo en 2025, Colombia ya contabiliza 25 asesinatos de personas LGBTIQ+, 15 de ellos contra personas trans.
Las organizaciones de derechos humanos denuncian que estos ataques responden a una lógica de odio y limpieza social que se intensifica en ciertos territorios, como el departamento de Antioquia, donde vivía Sara.
La respuesta institucional también fue duramente criticada: el municipio de Bello usó su nombre de nacimiento en los comunicados, revictimizándola y negando su identidad. "Este país le falló en vida, y también en su muerte", expresó la congresista Jennifer Pedraza.
La memoria de Sara, a pocos días del Día Internacional de la Visibilidad Trans, se transforma en un símbolo de lucha. Porque no alcanza con la indignación: la justicia debe ser efectiva, la reparación debe ser colectiva, y la violencia contra las personas trans, inaceptable.