El vino argentino atraviesa un momento crítico. La caída del consumo a nivel global y local, sumada a la feroz competencia en las exportaciones, pone en jaque a la industria. Según un informe presentado en el 6° Foro de Inversiones y Negocios del Consejo Empresario Mendocino, las bodegas deben apostar a la innovación y la construcción de una imagen fuerte si quieren mantenerse en el mercado.
El estudio, elaborado por el consultor Javier Merino para el Banco Supervielle, revela un dato alarmante: en los últimos 15 años, el consumo mundial de vino cayó un 7,5%, mientras que en Argentina la merma fue del 37%. “Para ser competitivos hoy, hay que vender menos cantidad a un precio mayor”, sostuvo Merino. En un mercado donde la diversificación avanza a pasos agigantados, el vino compite con un sinfín de alternativas que se adaptan con mayor rapidez a las tendencias de consumo.
La inflación y la inestabilidad financiera son otros de los grandes obstáculos. “La industria del vino necesita estabilidad, pero en Argentina ocurre lo contrario”, explicó el consultor. En este contexto, el financiamiento se vuelve un factor clave: aunque la participación del sector en el crédito privado creció al 1,5%, sigue estando muy por debajo de la que tienen sus competidores internacionales.
Para sortear este panorama, la innovación se presenta como el eje central de la estrategia futura. Merino destaca cuatro puntos esenciales: flexibilidad para adaptarse a nuevas tendencias, enfoque en marcas con identidad fuerte, incorporación de tecnología para mejorar la productividad y, sobre todo, potenciar la imagen del vino argentino en el exterior. “La imagen no solo vende, sino que crea valor. Francia lo entendió hace décadas, Argentina debe seguir ese camino”, concluyó.