Elon Musk advirtió recientemente que el mundo podría enfrentar una “sequía eléctrica” en 2025, debido al crecimiento descontrolado de la demanda energética impulsada por la Inteligencia Artificial y la digitalización. Su pronóstico se vio reflejado en Chile, donde un apagón masivo paralizó el país, dejando a millones sin luz y provocando la muerte de tres personas electrodependientes.
Si bien las autoridades chilenas investigan si las muertes están directamente relacionadas con el corte de energía, el episodio expone la vulnerabilidad de las sociedades modernas frente a fallas en el suministro eléctrico. La dependencia de la electricidad no solo afecta a la tecnología y la industria, sino que también pone en riesgo la vida de quienes requieren dispositivos médicos y condiciona la seguridad ciudadana, como quedó en evidencia con el robo ocurrido en Santiago durante el apagón.
Musk destacó que el crecimiento de los centros de datos y la proliferación de chips de nueva generación están llevando la infraestructura energética al límite. Mientras tanto, la transición a energías renovables avanza, pero aún enfrenta desafíos en almacenamiento y distribución.
El caso chileno nos recuerda que la electricidad es un recurso esencial y que su escasez puede generar crisis sociales, económicas e incluso sanitarias. ¿Estamos preparados para el desafío energético que se avecina o seguiremos dependiendo de un sistema al borde del colapso?